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viernes, 25 de marzo de 2011

El verdadero origen del Sida

Cuando el profesor Jacob Segal, antiguo director del Instituto Biológico de Berlín, inició sus investigaciones sobre el sida, no podía imaginar que sus trabajos le conducirían a abrir la puerta de una de las páginas más vergonzosas de la historia secreta de nuestro tiempo. Sus primeras sospechas comenzaron a aflorar cuando descubrió la increíble semejanza entre el VIH -virus causante de la enfermedad- y otras dos especies víricas: el visna, una patología cerebral del ganado ovino que no se contagia al ser humano, y el HTLV-I, una forma de leucemia que ataca a las células T y raramente resulta fatal. El genoma del VIH es idéntico al del visna, mucho más parecido a éste que a cualquier otro retrovirus conocido, y el tres por ciento diferente corresponde con total exactitud a un fragmento del código genético del HTLV-I.

Las implicaciones de este descubrimiento comenzaron a espantar al profesor Segal. Tal grado de semejanza resultaba imposible como fruto de un proceso natural de evolución y mutación. La única explicación posible a este fenómeno es que alguien hubiera producido un híbrido de estos dos virus mediante ingeniería genética. El potencial destructivo del VIH podría haber sido incluso previsto por sus hipotéticos creadores, ya que su patología combina los efectos complementarios de ambas enfermedades. Los pacientes que no fallecen a causa de la deficiencia inmunológica provocada por el virus terminan presentando el mismo tipo de deterioro orgánico que las ovejas infectadas por el visna. 

El profesor Segal debió de acercarse mucho a la verdad ya que -según la información publicada por el diario británico Sunday Express- dos funcionarios de la embajada estadounidense visitaron al científico en su domicilio para interrogarle sobre lo que sabía y pensaba de la enfermedad. También se le inquirió acerca de sus fuentes de información e intereses a la hora de redactar sus informes sobre el sida: "Uno dijo que era historiador y otro cónsul. Sin embargo, estoy seguro de que eran agentes de la CIA y que estaban seriamente preocupados respecto a que el encubrimiento oficial sobre el verdadero origen del sida pudiera ser puesto al descubierto. Les dije que conocía los experimentos llevados a cabo a mediados de la década de los setenta en Fort detrick, donde el Cuerpo de Investigación Médica del ejército estadounidense tiene su cuartel general. Estos experimentos se realizaron sobre reclusos con grandes condenas a los que se les prometió el indulto a cambio de su colaboración. Estoy casi seguro de que estos científicos desconocían el alcance de su terrible creación: el virus del sida". 

El hecho de que la teoría de Segal, que podría suponer una pista perfectamente válida a la hora de desarrollar un tratamiento o vacuna para la enfermedad, hay sido silenciada completamente en Estados Unidos y encontrado muy escasa difusión en Europa, hace pensar en una "mano negra" que pretende ocultar la verdad. Una verdad demasiado terrible para ser conocida por la opinión pública. Alemania, patria de Segal, es el único país donde sus ideas han encontrado un cierto predicamento. La televisión alemana dedicó un amplio reportaje de sus trabajos, y publicaciones tan prestigiosas como Stern o Der Spiegel se han interesado por su figura a través de sendas entrevistas. Sin embargo, y a pesar del alcance de los datos aportados en el libro de Segal, solamente en Alemania (AIDS-errenger aus dem Gen-Labor? -El virus del sida, ¿viene de un laboratorio genético?- Simon&Leutner, Berlín 1987) e India (El origen del sida, Kerala Sastra Sahitya Parishad, 1989) pudo encontrar editores dispuestos a darlo a conocer. 

Las revistas científicas se han negado sistemáticamente a publicar sus trabajos, lo cual ciertamente llama la atención ya que, si son tan absurdas sus teorías, sería muy fácil rebatirlas en la estricta ortodoxia del método científico. Si el eje principal sobre el que giran los argumentos de Segal consiste en que el VIH es una combinación del HTLV-I y el visna, este proceso debería ser reproducible en laboratorio, lo que aportaría a la teoría una certidumbre absoluta. Según Segal, el experimento podría ser completado en menos de dos semanas, contando con un laboratorio y personal adecuado. En 1977 -fecha estimada del desarrollo del virus- este proceso habría tomado algo más de tiempo, alrededor de seis meses. 

En cambio, la teoría "oficial" sobre el origen de le enfermedad tuvo una difusión extraordinaria en los medios de comunicación. Según ésta, el VIH se habría originado entre determinadas especies de monos africanos , de los que habría pasado al hombre a partir de una mutación. Esta hipótesis, que algunos expertos han bautizado como la "leyenda africana", plantea un escenario absurdo desde el punto de vista epidemiológico por dos razones fundamentales: la primera es que el VIH es demasiado diferente de cualquier otro retrovirus que padezcan humanos o primates como para justificar su aparición merced a una mutación natural. El segundo argumento para desechar la "leyenda africana" es mucho más revelador. Los primeros casos documentados de sida en África datan de 1983, mientras que mucho antes -en 1979- comenzaron a registrarse casos entre la comunidad homosexual de Nueva York. 

Un arma biológica 

El argumento de Segal deja abiertos multitud de interrogantes. Si el virus del sida es una creación artificial ¿quién y por qué la llevó a cabo? 

En 1948, entre las ruinas de lo que un día fuera el centro del arrogante III Reich, un joven y prometedor oficial de inteligencia llamado Henry Kissinger se vio involucrado en el conocido como Proyecto Paperclip. El propósito de esta operación consistía en reclutar a antiguos nazis para que prestaran sus servicios en las más altas esferas del ejército, el espionaje, la tecnología espacial, la biología y la medicina estadounidense. Los responsables de la operación pusieron especial celo en proteger a ciertos criminales de guerra relacionados con la experimentación sobre seres humanos, entre los que se incluía al infame Joseph Mengele -"el ángel de la muerte"- su asistente, Klaus Barbie -"el carnicero de Lyon"-, Walter Rauff, supervisor en las SS de las cámaras de gas móviles, Friederich Schwend, sádico asesino de masas, y a Erich Traub, experto en enfermedades víricas a cuyo cargo se encontraba la sección de armamento biológico del Instituto de Investigación del Reich. 

Veinte años más tarde, Kissinger renunciaba a su cátedra en la Universidad de Harvard y a su lucrativa posición en el emporio Rockefeller para convertirse en la mano derecha del presidente Richard Nixon, como director del Consejo Nacional de Seguridad. En estos días esta de actualidad una conversación mantenida con Nixon en que se le pedía consejo para la utilización de armas nucleares en Vietnam. Por aquel entonces la guerra fría se encontraba en uno de sus puntos más delicados y a Kissinger se le planteó la necesidad de encontrar una alternativa viable al empleo del armamento nuclear. Sin embargo, no era tarea fácil. ¿Dónde se podría encontrar algo tan devastador como una cabeza atómica pero cuyo empleo no supusiera la completa destrucción del planeta? 


A esta pregunta parece contestar un documento fechado el 9 de junio de 1969. En él se transcribe la comparecencia del Dr. Donald M. McArthur -Director Adjunto de Investigación y Tecnología del Departamento de Defensa- ante el subcomité de Dotaciones del Congreso de los Estados Unidos, órgano encargado de la asignación de presupuestos militares. Durante su intervención, el Dr. McArthur solicitó a la cámara una partida presupuestaria de diez millones de dólares a fin de sufragar el desarrollo, en menos de diez años, de una nueva arma biológica consistente en un microorganismo contagioso capaz de destruir el régimen inmunológico humano: "Un microorganismo infeccioso que diferiría en ciertos aspectos importantes de cualquier agente patógeno conocido. Lo más importante de esto es que puede ser refractario al proceso inmunológico y terapéutico del que dependemos para mantener una relativa inmunidad ante las enfermedades infecciosas... Un programa de investigación que explore la viabilidad de este planteamiento podría ser complementado en aproximadamente cinco años, con un coste total de unos diez millones de dólares". Por si entre los congresistas existiera algún pudor a la hora de financiar semejante monstruosidad, McArthur aderezó su intervención apelando a los, por aquel entonces muy vigentes, fantasmas de la Guerra Fría: "Existe poca duda de que el enemigo pueda desarrollar un elemento similar, enfrentándonos ante una importante área de inferioridad potencial en una tecnología militar sobre la que no contamos con un programa de investigación adecuado". Sus argumentos debieron resultar suficientemente convincentes para los miembros del Subcomité ya que el Dr. McArthur obtuvo los diez millones de dólares que tanto necesitaba para mantener la seguridad del mundo occidental. Su discurso ante la Cámara de Representantes bien podría ser considerado como la partida de nacimiento del sida. 

Se nos podría argumentar que el valor probatorio de la intervención del Dr. McArthur es relativamente pobre ya que sólo expresaba un deseo, sin que existan indicios de que tan macabro proyecto llegase jamás a buen puerto y mucho menos de que tuviera alguna relación con el sida. Por desgracia no es así. Existen pruebas, cuando menos circunstanciales, como para completar la pesadilla ideada por el Dr. McArthur con un quién, un dónde y un cuándo. 

La fecha habría sido el año 1975. El lugar, el Centro de Investigación sobre Armamento Biológico de Ford Detrick, Maryland (E.E.U.U.). En este punto se da una de esas "casualidades" de las que tanto disfrutamos los teóricos de la conspiración. Precisamente en 1975, la sección de virus de ese centro de investigación militar pasó a denominarse centro Frederick de Investigación sobre el Cáncer, dependiente del Instituto Nacional de Cáncer, organismo que, junto al Centro de Control y Prevención de Enfermedades, en Atlanta, tuvo un notable protagonismo en el desarrollo del arsenal biológico estadounidense. Allí prestaba sus servicios por aquel entonces el Dr. Robert Gallo quien, curiosamente, descubrió en 1984 la existencia del VIH -virus generalmente aceptado como causante del sida- y enunció la teoría del origen africano de la enfermedad, convirtiéndose en referente imprescindible de la investigación sobre este tema. Su hipótesis en la semejanza entre el VIH y el STLV-III, un virus de los simios africanos. Éste habría sido transmitido a un ser humano a través de una mordedura. A partir de ahí, fundamentalmente por medio del sexo y las transfusiones de sangre, la enfermedad se habría ido extendiendo hasta alcanzar los niveles actuales. Como historia no está mal, pero deja tantos puntos oscuros (especialmente el cómo y por qué de la mutación del virus, pasando espontánea e inmediatamente de inofensivo a mortal) que no resiste el más leve análisis crítico de lo que debe ser una hipótesis científica.


Existen evidencias de que, durante la primera mitad de la década de los setenta, Gallo estuvo trabajando para la CIA en el marco de un proyecto secreto denominado MK-Naomi relativo al desarrollo de armas biológicas, muy similares a lo que hoy conocemos como el sida o el ébola. Durante la etapa en que este programa estuvo en funcionamiento arreció la incidencia de ciertos microorganismos infecciosos como el E. Coli 157, la bacteria devoradora de carne y los meningococos, así como de nuevos virus: el sida, el ébola, el hanta y la hepatitis C, entre otros. También se verificaron aumentos en la mortandad asociada a cánceres de los tejidos blandos, como el de próstata, el de mama o los linfomas todos ellos comúnmente achacados a la exposición a contaminantes químicos y ambientales o a la acción de toxinas de origen artificial.

En relación con el proyecto MK-Naomi, el director de la CIA, William Colby, admitió que el interés de la agencia en el armamento biológico estaba directamente vinculado a las operaciones encubiertas realizadas en Zaire, Angola y Sudán, los países más castigados por el sida y el ébola. Nathan Gordon, jefe de la sección química de la División de Servicios Técnicos de la CIA declaró, además, que la ingente cantidad de material biológico almacenada por la agencia era susceptible de ser empleada en proyectos de inmunización masiva, desarrollo de nuevas vacunas e investigación sobre el cáncer. Ése habría sido el campo en el que el Doctor Gallo estuvo ocupado durante su pertenencia al servicio de inteligencia. 

Fort Detrick: el paraíso de Maquiavelo. 

En esta instalación, entre el otoño de 1977 y la primavera de 1978, habría nacido el VIH, concretamente en uno de los laboratorios conocidos como P4 -de máxima seguridad-, en el que se habrían combinado los materiales genéticos del visna y el HTLV-I. La fase experimental se habría llevado a cabo empleando como conejillos de indias a convictos de diversas prisiones federales, a los que se habría ofrecido la conmutación de sus penas a cambio de su colaboración en un programa de investigación médica, una práctica habitual, aunque de sospechosa ética, en el sistema norteamericano. 


Todo podría haber sido un mero peldaño más en la sórdida historia de la experimentación con seres humanos de no ser por un fallo que cometieron los experimentadores. Los padres del VIH no sospecharon que la enfermedad pudiera tener un periodo de incubación tan enormemente largo como el del sida que, en muchos casos, supera ampliamente la decena de años. Al no apreciar los científicos ningún tipo de síntomas en los sujetos, el experimento fue considerado un fracaso y los "conejillos" puestos en libertad tal y como se les había prometido. A partir de ese momento la epidemia se convirtió en incontrolable. El alto porcentaje de toxicomanía y homosexualidad entre los reclusos fue seguramente lo que provocó que estos colectivos hayan sido los más castigados por la enfermedad desde que en 1979 aparecieran los primeros casos entre la comunidad homosexual de Nueva York. 

ES INCREIBLE VERDAD...? 
EL FIN DEL HOMBRE FUE CREADO POR EL HOMBRE..   


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